domingo, 29 de abril de 2018

El acordeón de piedra

Hay mañanas en las que vuelvo a recordar:
el viento solo sopla para la hoja.

Somos el puente que cruzan las aves migratorias,
el refugio del miedo, allí donde el mar solo puede ser una alternativa.
Un mar que no encuentra su paz, donde al abatir el ancla
uno recuerda que el viento solo sopla para la hoja.
Y es triste la quietud del puente,
los pasos que lo habitan, rendirse a contemplar.
Triste como la máquina de coser parada,
custodiando la esquina de todo lo que se desposee
sin más ruido que la calma que nos resguarda.

Espantada de abismos
entierro un cáctus en la arena,
como tratando de probar la esperanza:

Asumo la culpa, el desvelo del que llora
ante un público que tiembla
y que el mar es solo una posibilidad
para este puente
que sueña con ser acordeón.

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