lunes, 4 de diciembre de 2017

Vistas desde balcón oxidado

Me pregunto qué vistas tendrá un balcón oxidado.

La memoria es la escenografía de un mar columpiándose,
el ciprés en su desvelo, el sonido de la vainilla.
Te voy sobreviviendo en el brillo de las cerezas 
y el periódico matutino ha pasado a ser
tus iniciales en braile en un par de naranjas. 
Tan contrario como el vidrio a la sal
te diré que no te he diluido todavía
que aún me queda mucho que pasear en esta arena
de palabras embotelladas.
Tan cierto como la música de la caracola
que abandona el agua ofrecida
os digo que la memoria respira 
y me asfixia el frío,
sus anacondas al cuello
que me voy calentando en la niebla que dispensan las farolas,
y así, me voy sobreviviendo.

Me acuerdo del crujiente de la madera
en el funeral de un pájaro
que trataba de posarse en la flor de un hombro tatuado.
Pasan los días y tienen el calor
de una hoguera en la orilla 
Las noches tienen el color
de tus pupilas.
Y me vuelvo a preguntar qué vistas tendrá un balcón oxidado...

La memoria es caligrafía en la bañera,
el polvo del cristal donde te miras,
el ruido del tren que no pasa.