lunes, 10 de abril de 2017

El aire me recuerda a la vida.

Todo lo que comienza en espera
tiene olor a libro viejo,
a ceniza sin previo fuego ni aviso.
Amarillo azulado...

¿Sabes? El aire me recuerda a la vida.

Tenía las manos cansadas
de tocarte con mis cuerdas vocales,
la mejor melodía para tu espalda.
Me rompían los arañazos
(palabras de guerra de almohadas).

Predecía el pasado
porque el futuro era más que (e)vidente.
Y entendí que echar de menos
no siempre se diagnostica como asfixia.

Ahora he tumbado al corazón,
tener los pies en la tierra
se complicaba subida a tus brazos.
Hay escaleras que sin ser de emergencias,
también te salvan.

Lo bueno de quererte es que
lo que tiene posibilidad de existir,
tiene posibilidad de no hacerlo.

Pero si me nombran Brasil
se me enciende el cigarro,
y el alma.
Lo peor de ti es olvidarte.

O tus palabras malgastadas.
Que no se llega a ser lenguaje
sin antes intención.
Lo peor de ti
siempre fue Brasil latiéndote en los ojos,
por no hablar de mi corazón.

Tu perfume a huida...
Ahora lo sé,
las gasolineras se inventaron
para repostar rotos.

Pero, ¿sabes? el aire me recuerda a la vida
y tú a contrarios.
Aunque me siga pareciendo que
enamorarse de lo que apunta a final
es el más bonito de los suicidios.