lunes, 15 de enero de 2018

El murciélago

El que se cuelga por supervivencia
no por desesperación.
Tiene el ánimo tan de cera
que se le doblan las alas ante el día
y le cuelga el sueño de los tendones.

Los que se descubren en la noche
e indagan la oscuridad.
Escuchan el eco del jazz de la selva
y se alimentan del movimiento de la música de violín.

Es la abeja que alada tristemente
bebe su sed de fruta
manteniendo el equilibrio
con las luces apagadas.

El murciélago,
esa agonía del hombre extraño
que se aperece de repente en el espejo
el que te perfora la piel
por donde más te fluya la vida
en el aullido ciego de la noche.

El péndulo que se despliega
en el espesor nocturno
y con sus garras engancha
todo lo que el agua no cubre.



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