I
Si existiera un refugio
para desdibujar las estrías de las sábanas.
Si al menos una vez en la vida
capitaneásemos una nave de corcho
para olvidarnos del fondo del vaso
Si las medusas levitaran
para poder avistar la ausencia.
Podría así escucharse el jazz constante del mar
desde el porche donde un hombre a media noche
acaricia una radio apagada en su regazo.
II
Supongamos que el dolor es
una linda mujer desposeída de su ropa
con el pecho en los huesos
y en las venas de sus pies talladas
las raíces de todo lo que nunca tuvo.
Entonces su infancia de césped
se adivina en las palmas de las manos
y el mundo que gira en un jardín
donde aún crece laurel.
Ahora la vida aprieta en su quietud
como la respiración del insecto,
como la muerte de un albatros
cuando gira rumbo hacia el oeste
buscando la precipitación.
Como entender que la tristeza
no es más que una pantera
de ojos amarillos.